Pienso en escribir sobre San Valentín y, la verdad, es que ya está casi todo dicho.  Que si es el día del enamorado o la enamorada, que si es el día de la pasión, que si es una fiesta comercial, que si estamos de acuerdo, que si estamos en contra. Como siempre, o es blanco o es negro. Qué difícil es matizar o hacer unas mechitas para dar un poquito de luz, que diría mi peluquera, María.

Lo cierto es que, con el paso del tiempo y los avatares de la vida, me he dado cuenta de lo esencial que es el amor. No el amor como concepto sino como forma de estar en el mundo, como estado físico y mental. Incluso como estado civil: enamorad@. Estaría bien que constara siempre en nuestros documentos legales. Porque verlo escrito, ayuda y refuerza. Y si la ley impone que estemos enamorados, igual hacemos caso. Como con la mascarilla. Enmascarillados (que no enmascarados) y enamorados.

Si me preguntan si estoy enamorada, respondo afirmativamente. Pues claro, si estoy viva y quiero seguir estándolo, tengo que estar enamorada. Es imposible vivir sin estarlo. Porque como ya sabemos, o vives en el amor o mueres en el miedo. Yo estoy enamorada de mi marido, de mis padres, de mi hermana, de mis sobrinos, de mis tíos, de mis primos, de mis amigos, de mi perrita, del lugar donde vivo, de mi trabajo, de lo que escribo, de lo que leo, de lo que como…Tal vez hasta estoy enamorada de ti. Por supuesto que hay días de desencanto, faltaría más. Hay situaciones de frustración o de tristeza, de rabia o simplemente de no entender. Para eso somos humanos, para aprender pasando por todos los colores de la paleta vital. Quizá, en esos momentos grises, además de mirar hacia dentro y sentir sin más aspavientos lo que pase por nuestro corazón, una buena opción podría ser buscar nuestro próximo «objeto de deseo»: pues ahora voy a enamorarme de un té verde con jengibre, de una canción de Izal o del pájaro pequeñito que está posado en mi ventana. Porque el amor regala alegría y bienestar y porque todo es susceptible de ser amado. Desde una piedrecita hasta una montaña.

Cuando conocí Mundo Orenda, me di cuenta de que también puedes amar en la distancia, puedes amar a unos niños desconocidos que viven en una aldea olvidada de Angola. Puedes amar una idea, un proyecto, un futuro mejor para una familia… O simplemente, puedes amar el amor con mayúsculas. Y sentirte viva. Viva de verdad.

Feliz día de San Valentín.

Por Noemi Martín, Socia y colaboradora de Mundo Orenda.