Entre las iniciativas que está llevando a cabo Mundo Orenda, se encuentra la de fomentar el emprendimiento entre las mujeres del poblado de Camizungo. A los obstáculos que supone poner en marcha un negocio en un país de África, se añaden los que tienen que ver con la condición de ser mujer.
Desde tiempos inmemoriales, las mujeres se han dedicado al cuidado del hogar. Mientras que los hombres salían a cazar, a cultivar la tierra, o más recientemente, a trabajar, las mujeres, se quedaban en la casa, al cuidado de los hijos o los mayores dependientes, y realizaban tareas como preparar la comida, lavar o limpiar.
Desde un punto de vista biológico, la crianza de la prole se asocia invariablemente a la mujer, dada su condición de hembra que da a luz y, posteriormente, amamanta a los hijos. Si a esto añadimos los índices de natalidad en Angola (5,52 hijos por mujer en 2018), tenemos como resultado la casi imposibilidad de que una mujer pueda abrir un negocio.
Desde un punto de vista paternalista, la mujer es la depositaria del honor de la familia, por lo que hay que salvaguardar su decencia a toda costa. Para ello, la solución más inmediata es recluirla en la casa y no permitir que realice tareas fuera del entorno familiar, más allá de las estrictamente relacionadas con sus tareas, como ir al mercado a comprar comida, o a buscar agua.
Desde un punto de vista antropológico, el hombre, para preservar su posición dominante, atribuye a la mujer rasgos como la torpeza, la debilidad, la infantilidad o la inocencia, que la hacen vulnerable en sus relaciones con sus semejantes, lo que aconseja que a las mujeres no se les anime a emprender negocios, dada su incapacidad manifiesta.
Todas estas razones han lastrado las expectativas de muchas mujeres para poner en marcha ideas de negocio con potencial para generar ingresos para sí mismas y sus familias.
Y a pesar de todo, las mujeres muestras una fuerza y una entereza admirables que han demostrado durante generaciones, porque la sociedad tradicional angoleña tenía una estructura matriarcal, que aún hoy sigue estando vigente en algunos grupos étnicos. En los medios rurales, la mujer es la educadora, la guardiana de las costumbres y de las tradiciones (cuando se visita una familia, siempre se saluda primero a las abuelas, y solo después, a los demás miembros). Además de todo ello, participa en los cultivos y en la cría de animales, provee al hogar de alimentos, agua y combustible, y se dedica a actividades no agrícolas para diversificar los medios de vida de su familia: muchas son zungueiras (vendedoras callejeras), pero además de la carga para la venta, llevan a cuestas a uno de sus hijos, el más pequeño.
Para salvar todos aquéllos obstáculos, desde Mundo Orenda estamos trabajando para revertir esta situación. Somos conscientes de la gran tarea que tenemos por delante, pero ya hemos empezado a dar pequeños pasos en esta línea, como es el caso de María, con su proyecto de kiosko para la venta de alimentos (azúcar, harina de maíz, sal, algunas latas variadas, aceite).
Nuestra tarea es múltiple: apoyar a las mujeres para que se animen a poner en marcha pequeños negocios, dándoles las herramientas para que sepan gestionarlos por sí mismas; buscar financiación para convertir la idea en una realidad, y concienciar a los hombres para que se corresponsabilicen de las tareas de la casa. Si lo logramos, contribuiremos a mejorar su autoestima, a que conozcan sus derechos, a prevenir la violencia intrafamiliar, a desvincular el binomio cuidados y mujeres, y a enseñar a sus hijos otra forma de vivir para cambiar el futuro.
Por Manuel Barrera, colaborador Mundo Orenda.