Estos últimos días festivos he pasado algunos momentos de reflexión leyendo un libro precioso llamado «La voz de las trece abuelas»: una obra que narra como en el año 2004, trece abuelas indígenas llegadas de todos los puntos del planeta se reunieron en Nueva York para crear un «Consejo Internacional» con el fin de defender a la Madre Tierra y sus habitantes, sobre todo a los niños. La idea me resultó absolutamente potente y tierna, mujeres sabias y generosas de la Amazonia, el Tibet, Nepal, de la selva africana, de los bosques y sabanas americanas, del Círculo Polar… unidas por la paz del Planeta. Siete idiomas hablando en una única lengua, la del amor.

Una de las frases de estas «mujeres medicina» que más me llegó es esta de la abuela maya Flordemayo: «no me considero una persona tradicional, sino una persona universal. En lugar de regirme por normas rígidas prefiero ser libre de corazón». Personas universales, sin fronteras mentales, con el corazón abierto a la vida en la forma en la que se presente; personas que defienden la dignidad de los demás, sin miedo, conectadas a su esencia. Me pregunto si es necesario llegar a ser anciano para darse cuenta de que la esperanza, la compasión y la valentía tienen que guiar nuestros pasos. Me pregunto si hay que dejar transcurrir tantos años para entender que, como dicen las abuelas sanadoras, «la Tierra no nos pertenece y la familia humana global está perdida, confundida y enferma».

Quizá sea necesario mirar más allá de nuestras rigideces, de nuestro micromundo personal, a veces absurdo y egoísta. Tal vez, haya que parar un poco para darnos cuenta de que vivimos acelerados pensando en tonterías o al menos en cosas que tienen solución (o que no la tienen) mientras buena parte de nuestro planeta se muere. Literalmente.

Pongamos nuestra energía donde de verdad nos necesitan. Hagamos caso a estas trece abuelas sabias que nos piden que pasemos por la vida abriendo nuestro corazón y nuestra alma a los demás. Seguramente seremos más felices y auténticos. Palabra de abuela.

«Cuando las abuelas hablan, el presidente escucha», Abuela Bernadette Rebienot. Gabón. África.

Por Noemi Martín, socia y colaboradora de Mundo Orenda.