Amor incondicional, que bien suena pero qué difícil es vivirlo. Pero, ¿qué es el amor incondicional?

En principio sería fácil pensar que es amar sin condiciones, pero ¿qué es amar sin condiciones? No es solo amar «a pesar de» o «tal y como eres». El amor incondicional se podría definir como el amor sin expectativas, sin motivo, porque sí. Se suele decir que el amor más puro es el de una madre hacia su hij@… Cuando nace un hijo o tenemos un bebé en nuestros brazos podemos sentir ese amor incondicional, es un ángel recién llegado del cielo. Hayamos pasado por lo que hayamos pasado y haga lo que haga, la ternura y el amor que despierta en nosotros no conoce límites. Y eso es así por qué a esas alturas de su vida no tenemos expectativas de él, no esperamos que haga algo por nosotros, no pretendemos que se comporte de un modo determinado ni que nos muestre «respeto» u «obediencia». Pero a medida que pasa el tiempo y el bebé crece, las que somos madres sabemos que en el fondo alguna expectativa sí creamos, en el fondo algo esperamos a cambio de nuestro amor: que nos amen de vuelta, que nos respeten, que nos hagan caso… Podemos llegar a decir «con todo lo que hago por ti, ¿no vas a hacer esto por mí? Si lo único que pido es que me hagas caso y no me faltes al respeto». ¿Sería esto amor incondicional? Yo, personalmente, opino que no, y ya no solo hablo de amor materno/paterno, sino de cualquier tipo de relación. Amor incondicional para mí es poder no solo decir, sino realmente sentir, que se ama a la otra persona tal y como es, aunque no haga/diga lo que uno espera o prefiera. Respetar la identidad y las elecciones de la otra persona y dejarles tomar sus propias decisiones siendo ellos únicos responsables de las consecuencias de las mismas. Amor incondicional sería dejar en libertad y sin ataduras a la otra persona, dejarle espacio para que se desarrolle como persona sin influencias ni expectativas, dejarle que descubra quién es y qué quiere en la vida. Que viva sus propias experiencias, con su crecimiento personal a base de fracasos y éxitos, de caer y levantarse, de intentarlo una y otra vez, y aun así estar allí apoyándole en el proceso. Incluso dejarle ir de tu vida, si así lo elige, para que pueda vivir sus experiencias, para que pueda aprender sus lecciones y pueda descubrir quién es realmente, y aun así poder sentir felicidad por ella e ilusión por la nueva vida que comienza.

Pero hay un amor incondicional incluso mayor que ese.

El amor a uno mismo, a nuestros propios valores y a nuestros principios. Amar la parte bonita de nuestro carácter y la parte no tan bonita. Aceptarnos con nuestros éxitos y nuestros fracasos, y con cada una de nuestras elecciones. Caernos y volver a levantarnos, aprendiendo en cada tropiezo y mimando cada una de nuestras heridas. Reconociendo la belleza de las cicatrices y del camino recorrido que nos ha llevado a nuestro destino actual. Dejar ir lo que ya no nos llena y no nos aporta para dar espacio a lo que da sentido a nuestra vida. Reconocernos el derecho a cambiar de opinión si una de nuestras elecciones finalmente no resulta ser como pensábamos. No es fácil cambiar de vida, cambiar de rumbo, cambiar nuestras prioridades, pero si no nos damos espacio a nosotros mismos para crecer y desarrollarnos, para tomar nuestras decisiones siendo responsables de nuestras consecuencias, entonces qué sentido tiene dar ese derecho a los demás? Cuidarse a uno mismo no es ser egoísta, todo lo contrario, dar prioridad a nuestro bienestar es un acto de gran generosidad, ya que si nosotros estamos exhaustos, vacíos o confusos, no podremos ayudar a los demás. Y no solo eso, podemos incluso convertirnos en una carga para los demás. Entrar en el viaje del autoconocimiento es una de esas maneras de cuidarnos, ¿Qué es lo que nos hace sentir calma? ¿Qué nos hace sentir plenos? ¿Qué sentido quiero darle realmente a mi vida? ¿Mis actos están alineados con mis convicciones? ¿Qué cualidades tengo que me permitan ayudar a los demás siendo yo mismo?

Y esto me lleva a mencionar el amor incondicional hacia personas que no conocemos. Personas que se pueden encontrar en otro rincón del planeta, en circunstancias tan desconocidas para nosotros que ni siquiera podamos ponernos en su lugar y aún así sentir la llamada de aportar nuestro granito de arena por su bienestar. Todos tenemos cualidades que nos hace únicos y que podemos desarrollar para ayudar a los demás siendo nosotros mismos, haciendo lo que nos gusta, lo que nos llena y nos haga sentir que nuestra mera existencia puede mejorar la vida de otra persona. Y será incondicional cuando lo hagamos de corazón sin esperar nada a cambio, sin esperar agradecimiento o reconocimiento, y cuando ni siquiera busquemos sentirnos bien con nosotros mismos.

Efectivamente, amor incondicional, que bien suena y qué difícil vivirlo, pero está en nuestras manos acercarnos cada día un poquito más a este bello amor. ¿Lo intentamos al menos?